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Historiando: La Buenos Aires de 1800

En épocas de la Revolución eran pocos los viajeros que llegaban a estas latitudes con ánimo de ocio ya que Buenos Aires no era más que un terreno de pocas manzanas, con un puñado de fondas. En ese entonces, la ciudad no era muy atractiva. Algunos visitantes la vieron “tenebrosa y monástica”, otros la asemejaron a una chata “villa pesquera”. // Autor: Licenciado Alejandro Lara

Sus calles llenas de baches y lodazales complicaban el tránsito. El “city tour” de la Buenos Aires de la colonia consistía en un recorrido por la Plaza de la Victoria, la Recova, el Cabildo y la Catedral. Excepto por la Catedral y la Biblioteca Pública, poco había que llamara el interés de los viajeros y nada que pudiera asociarse con la idea de progreso. Las viviendas eran chatas, sus paredes húmedas, mohosas y descoloridas, sus pisos malamente enladrillados y los interiores poco acogedores.

Dentro de la ciudad había indígenas, con sus tolderías a cuatro cuadras de Plaza de Mayo, en Perú y Chile. Los ricos vivían cerca del Cabildo. Los pobres, en las afueras de la ciudad: Barracas, Tribunales, Monserrat, Congreso.

La elite y los humildes se miraban frente a frente en las tribunas cuando iban a ver los toros, hasta que fue prohibido en 1819.


El Río de la Plata mojaba las tierras de lo que es hoy la avenida Leandro N. Alem. Allí se había construido, a fines del siglo XVIII, la Alameda, un paseo con árboles y bancos.

Mientras tanto, empiezan a aparecer los cafés, un espacio masculino de charla, juego, negocios y conspiraciones.

La modalidad en boga desde fines del siglo XVIII eran los cuartos de alquiler que se rentaban mensualmente. No obstante, todo viajero que transitaba por Buenos Aires prefería hospedarse en casas de familia.

Las fondas, además de hospedar, ejercían la función de centros de reunión para cada colectividad, tanto en sus días de festividad nacional como en otras oportunidades.

En el año 1800, la Fonda de los Tres Reyes se especializaba en la atención de la clientela británica, la Fonda de Smith era también frecuentada por españoles y tenía fama por sus “beafsteacks”. A la fonda de la señora Thorn concurrían en su mayoría norteamericanos, en especial el cuerpo diplomático que tomaba a la fonda como punto de reunión.

Hasta las guerras de la independencia, Sudamérica había permanecido “oculta” a la mirada europea. Los viajeros que vinieron después constituyeron un grupo más variado, motivado por múltiples propósitos.

Con la llegada de la primera corriente inmigratoria surgió la necesidad de construir alojamiento para los recién llegados. Así nacen los primeros asilos y hoteles de inmigrantes. El término “hotel” aparece apenas en el último cuarto de siglo XIX.

Escobar La Revista Digital

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