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La nueva pobreza judía, espejo de la decadencia de la clase media argentina


Disfrazada bajo los atuendos que les quedaron de épocas de bonanza, instalada en departamentos hipotecados, y bajo un manto que la cubre silenciosamente, la nueva pobreza judía destierra la vieja leyenda de que no existen judíos pobres. Al mismo tiempo, es un reflejo ejemplar del estado de la clase media en la Argentina de hoy.

El mito tiene tantos años como la religión misma. Casi parecerían haber nacido en el mismo momento: no existen judíos pobres.
Muy pocos, dentro o fuera de comunidad, son los que aún creen que los judíos lograron mantenerse inmunes de un proceso de empobrecimiento general que viene sufriendo el país desde hace diez años a esta parte.
Peor aún, teniendo en cuenta que la gran mayoría de los judíos pertenecen (¿pertenecían?) a aquel segmento en vías de extinción denominado clase media, es posible precisar que son quienes han sufrido el mayor impacto de la crisis socioeconómica: no es lo mismo estar acostumbrado a vivir con la carencia que toparse de un día para el otro con ella.

Así, familias que acostumbraban a planear sus vacaciones en el exterior, hacer los Bnei-Mitzvot de sus hijos en los salones más lujosos, o cambiar un auto medianamente nuevo, hoy en día planean como pagar el alquiler, de que forma ahorrar en el supermercado, o como hacer para que el auto continúe en funcionamiento.
Todos los profesionales de las instituciones comunitarias consultadas coinciden en señalar la existencia de una nueva pobreza que no había tenido precedente alguno en el país. Acostumbrados a tratar con ancianos que habían quedado solos, o con personas cuyos problemas emocionales le impedían abastecerse de una forma independiente, quienes se encargan de las distintas áreas de la ayuda social, hoy se ven desbordados por una demanda ilimitada que en muchos casos no logra ser satisfecha. Atrás quedaron los tiempos en que los Comedores Populares Israelitas eran la única referencia de la pobreza judía: hoy el comedor atiende a 80 personas diarias pero esa cifra es minúscula en comparación con la realidad que vive la comunidad.
Para colmo, muchos de quienes hoy piden ayuda eran quienes tiempo atrás sostenían la red comunitaria, sumado a una dirigencia que mantenía intereses comunes con el poder. A todo esto el barco se hundía y esto trajo como consecuencia una notable reducción de recursos para poder cumplir con los pedidos que reciben día tras día. Así, la Amia, que disponía de 240.000 pesos mensuales para distribuir en ayuda social durante el año pasado, ha pasado a tener que arreglárselas con menos de la mitad para el actual.


Con grandes dificultades para obtener créditos financieros, hoy se debate entre pagar los intereses de una tremenda deuda contraída por las administraciones anteriores (se habla de 300.000 dólares mensuales) o llamar a una convocatoria para poder destinar ese dinero a la ayuda social y a los sueldos de los empleados, que tienen un atraso de dos meses.

Perfil del nuevo pobre judío argentino

Mas allá del aspecto macro del asunto, los asistentes sociales trazan un perfil del nuevo pobre judío, que posee las siguientes características:
No se puede observar su pobreza en su aspecto personal, ya que poseen un gran numero de prendas que han podido comprar en sus años de benevolencia, por lo que su situación permanece oculta a primera vista.
En su mayor parte eran comerciantes, y su trayecto, antes de llegar a la asistencia social, ha sido hipotecar su casa para sostener su comercio, perdiendo finalmente todo tipo de propiedad y no pudiendo reinsertarse en el mercado laboral.
Llegan deprimidos o con grandes crisis emocionales o de autoestima.
No piden, ni aceptan en algunos casos, subsidios económicos o donaciones sino que buscan trabajo.
No logran "caer" en su situación actual, no admiten reducir su nivel de vida, y niegan su nueva pobreza.
Deben además asistir a padres u otro tipo de parientes que están en situaciones parecidas a la suya.

La Amia y la asistencia social

Frente a este panorama, han surgido una gran cantidad de proyectos de asistencia social, que recogen las experiencias de las ONGs (organizaciones no gubernamentales) encargadas de suplir las falencias en materia social de los entes gubernamentales por demás ineficiente para dar atención al reclamo.
La institución madre continua siendo la Amia, que cuenta con un departamento de acción social a cargo de ocho profesionales coordinado por Elida Kisluk, que abarca a CODLA (la bolsa de trabajo), un departamento de la tercera edad, otro de discapacidad y uno de área social.
La bolsa de trabajo es un buen termómetro de la situación, el paso previo a la necesidad de una ayuda social. Su coordinadora, Lily Epelbaum, afirma recibir, de un tiempo reciente a esta parte, un promedio de 40 solicitudes laborales diarias, de las cuales aproximadamente el 50% son judíos, ya que CODLA esta abierta a toda las personas que desean acercarse.

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Sin embargo, Epelbaum señala que quienes llaman a la bolsa en busca de empleados no están exentos del mercado laboral: "Nadie llama para hacer una obra de bien, piden gente capacitada, que trabaje varias horas y por un sueldo relativamente bajo, además, saben que Amia es gratuito, da confianza, les va a ofrecer el perfil que están buscando y no van a tener que entrevistar a 300 personas". El perfil de quienes se acercan es de lo más heterogéneo, y en muchos casos aparecen mujeres que siempre habían sido amas de casa y debieron salir a buscar trabajo por la pérdida del de su esposo o los bajos ingresos que éste puede aportar. Esos casos, afirma, son de una imposible inserción laboral, ya que no cuentan con estudios o experiencia que le permitan lograr algo. Respecto al prejuicio de que los judíos no hacen determinados tipos de trabajo, sostiene que poco a poco va desapareciendo: "hoy se postulan incluso para limpieza" aunque admite que todavía son minorías quienes buscan ese tipo de trabajo. Actualmente, CODLA está encarando un proyecto para asociarse con todas las bolsas de trabajo llamado R.E.D.

Cuando las vías de acceso están totalmente cerradas, lo que ocurre cada vez mas a menudo, Acción Social intenta resolver las carencias con una batería de planes. Su coordinadora general, Elida Kisluk, afirma estar desbordada por los 25 judíos que acuden diariamente en busca de ayuda.

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"Antes era fácil, contábamos con recursos y quienes venían eran lo que se denomina ''pobreza estructural'', pero a partir del 90 comenzó un declive que se profundizó en el 95 y tiene sus picos máximos en la actualidad". Por esa misma razón, además de los ingresos por socios y sepelios que tradicionalmente fueron el sustento de la institución, se implementó un programa de padrinazgo, que intenta recaudar fondos para destinarlos a ayudar a las familias que acuden en busca de ayuda.
Kisluk señala que el nuevo pobre le manifiesta "no entender que está haciendo acá" y muchas veces rechaza la ayuda ofrecida por Amia. "Para ello, se ha creado el programa de Vulnerabilidad Social, un programa encarado por profesionales que intentan hacerles entender su nueva situación:
Muchas veces sus respuestas son ''Usted no entiende, es muy fácil decirlo desde ahí, ¿Yo voy a manejar un remise? ¿Vamos a comer en el mismo lugar en que dormimos?'', por lo que primero deben tomar consciencia de su situación actual".
De pagar expensas o servicios, la Amia debió reencarar su ayuda social, distribuyendo menos ingresos entre mas personas.
Con los subsidios económicos, la ayuda es de entre 100 y 350 pesos mensuales, en su mayoría para suplir las necesidades básicas. Algunos subsidios fueron directamente recortados: de ayudar a 1500 personas se paso a asistir a 1200.
Fuera de la ayuda económica, la Amia otorga medicamentos, paga geriátricos y psicólogos, y posee planes de ayuda, como capacitación de cuidadores de ancianos, a los que luego se los intentan ubicar laboralmente, un programa de intermediación de alquileres, para que quienes posean casas grandes, alquilen algunas habitaciones, otro de asistencia legal gratuita, y otro de ayuda entre pares, para que quienes reciben una ayuda puedan otorgar otra de acuerdo a sus posibilidades.
Además, se cuenta con viviendas protegidas para darle techo a algunas personas que han quedado solas y no tienen donde vivir.
Consultada sobre las opciones que le da la Amia a una familia que ha quedado sin techo, Kisluk dice que en primer lugar se les habla de Israel (que desde enero decidió entregar un bonus de U$S 20.000 para los inmigrantes argentinos) aunque son minorías quienes eligen este camino, por lo que de acuerdo a las evaluaciones del caso, se opta por pagar un alquiler o una pensión, pero que nadie es dejado en la calle. "Nosotros les podemos brindar una serie de alternativas dentro de nuestras posibilidades, podemos hacer recomendaciones, pero en definitiva son ellos quienes toman la última decisión, la Amia debe respetar su libre determinación".

Liliana Polonsky desde Voluntarios en Red señala que la ayuda de la Amia es insuficiente, por lo que en marzo de 1996 surgió la idea de crear Voluntarios en Red (VER). La fundación, que actúa descentralizadamente en treinta instituciones, es coordinada por el Joint, una entidad que recibe subsidios de Norteamérica para originar programas sociales. En sus primeros diez meses, VER proveyó alimento a 300 familias, prestaron asistencia médica a 60 personas, y consiguieron trabajo a otras 100. VER funciona con seis profesionales rentados, siendo los demás voluntarios.
En Tzavta, funciona desde 1997 la Mesa Social Voluntaria, compuesta íntegramente por voluntarios en la que la Dra. Nely Esterovich se encarga de Coordinar las diferentes actividades como Tiempo de Recreación, Tiempo de Nietos, Tiempo de Llamada y encuentro, Tiempo de Merienda y Cultura, Psicología y Medicina, y un Banco de Medicamentos, proyecto con el cual se inició la Mesa de Voluntario, que se encarga de recolectar medicinas en los laboratorios o con gente que ya no los usa para donárselos a un promedio de entre 50 y 70 personas en forma mensual. En total la Mesa asiste 200 personas en forma mensual. "La idea no es hacer limosna -señala
Esterovich-, sino extender el brazo con respeto y modestia".

En la comunidad Emanu-El, Beatriz Vitas y Silvina Szmuc se encargan de coordinar un proyecto de desarrollo social al que denominaron JAVURA que es llevado adelante integramante por voluntarios.
Para los subsidios económicos, derivan a la fundación Tzedaka, pero se encargan de organizar un ropero comunitario con ropa donada y entregar 200 cajas de alimentos en forma mensual.

Los nuevos pobres buscan trabajo, no donaciones
Tanto Vitas como Szmuc coinciden en señalar que los nuevos pobres nobuscan donaciones, sino trabajo. Por lo que crearon un par de microemprendimientos para que las personas puedan reinsertarse en el mercado laboral: Por un lado el proyecto Jala en el que se capacita a mujeres para que cocinen el pan trenzado que luego es vendido en diferentes instituciones de la comunidad.
En el caso de los hombres fue creado el proyecto Monit, una remisería en la que la gente se puso a trabajar con su auto o, en el caso de no poseerlo, a comprar uno mediante créditos gestionado por el Rabino Sergio Bergman e ir pagándolo con su trabajo. El proyecto emplea a diez personas.
De cualquier manera, Vitas admite que aún falta dar una solución integral, y centralizar la ayuda en una institución.
Desde la Amia señalan que toda la gente que concurre a la institución es satisfecha en sus necesidades básicas. "Algunos podrán decir que Amia no los ayudó -señala Kisluk-, pero Amia no puede satisfacer las demandas de personas que piden que se les otorgue 500 o 600 pesos para un alquiler, hay necesidades más urgentes".
Un viejo debate sumió a los judíos de todo el mundo a lo largo de los siglos: el de la integración a las sociedades en las que se encontraban.
Hoy, en la Argentina, el debate parecería haber dejado de existir obligado por la realidad.

¿Judíos en Villas Miserias?

Un tema por demás espinoso para quienes se encargan de la asistencia social es el de la presencia de judíos en las villas. Elida Kisluk afirma no tener conocimiento de judíos que vivan en villas miserias. "Yo te puedo hablar de gente que vive en lugares tremendamente carenciados, en casas que se viene abajo, pero de las villas no te voy a hablar por que no conozco a nadie".
El año pasado, la revista Hablar afirmó que 200 judíos residían en villas miserias, y aunque no dio datos que sustenten esa cifra, publicó la historia de los Litschenfeld, una familia que residía en una villa miseria.
"Nosotros teníamos conocimiento de esa familia, se les intento prestar ayuda pero la mujer, que era puntera política, prefirió quedarse en el lugar donde vivía a la espera de una promesa que le habían hecho los de su partido.
A nosotros nos pareció una opción razonable, ya que tal vez podía lograr más de esa forma, pero evidentemente no le resultó. De cualquier forma se le manifestó que las puertas de Amia estaban siempre abiertas".
Kisluk afirma que la Amia fue a buscar judíos a las villas pero no encontró a nadie, pero más allá de eso no cuentan con ningún programa que realice un trabajo de campo en busca de residentes en villas, salvo que alguien les avise de su existencia. "La Amia es muy conocida, todos los judíos saben de su existencia y no debemos ir a buscarlos".

Investigación: Julian Blejmar, Valeria Thaler, Gabriel Wolf

Publicado originalmente en “Nueva Sión” de la ciudad de Buenos Aires.



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